El olmo y la pera

La pluma del ruck, por Marcelo Mariosa

   Muchas veces, por obra del destino, nacen nuevos clubes, por la carencia de la actividad y por el esfuerzo de algunos por difundir el bello juego de fútbol de la ciudad de Rugby. En otras ocasiones, esos nuevos clubes nacen de escisiones (diferencias, broncas o lo que sea) de antiguos clubes. Es así que algunos de los más conocidos clubes han sido parte de otro, hasta que un día un grupo dijo “me voy”. Podemos hablar de muchos casos, donde suenan fuerte el San Isidro Club (que nació en el mismísimo CASI) y Pucará (que eran jugadores de GEBA).
  
   Los clubes, como las familias, pasan de generación en generación y las cosas a veces cambian, para bien o para mal. Muchas veces en los clubes hace falta mirarse a los ojos entre los que estamos ahí, tomar decisiones e ir para adelante, como en el juego. Hace algunos años, tanto Champagnat como Newman eran clubes en los que sólo podían jugar alumnos, ex alumnos, padres y maestros. Y muchos otros clubes también tenían sus límites.
   El mismo juego ha ido mutando, desde el try que valía 3 hasta los 5 de hoy (yo creo que debería valer 6) y tantas otras cosas. Por eso es bueno seguir creciendo, seguir intentando, llevar adelante el proyecto que sea con audacia y cabeza. Entonces, un día cualquiera, en un club de Buenos Aires se juntaron unos cuantos de esos que están siempre, se miraron las caras, y se preguntaron que tenían que hacer para crecer en términos de juego, de captación de jugadores, y a nivel de dirigentes. En esa calurosa noche de noviembre decidieron cambiar algunas cosas, discutiendo positivamente sobre los detalles que hacían que ese club flotara por la división que le tocara y la falta de jugadores noveles y juveniles, que le restaba músculo a la competencia de mayores.

   Al hablar de la División Superior, debilitada por las circunstancias, salió una voz a pedir clemencia en los resultados, a la sombra de ese plan, diciendo que “no hay que pedirles peras al olmo”. Y en esa misma reunión, otra voz salió rápida a contestarle: “Es que no queremos ser un olmo. Nuestro plan es ser un peral”.
   Y allí van con su arbolito a cuestas, creciendo, madurando, tapando los agujeros históricos, mejorando decididamente. Y todos deben hacer lo mismo: reunirse, mirarse a las caras, terminar con las rencillas, las competencias y los celos. Formar un scrummage como era antes (de 30 o 40 por lado) y empujar decididos, todos para un mismo lado.

   Porque al final, como dice Mario Barandarian en sus charlas, “el juego se trata de ir para adelante, pasarla para atrás y tacklear al oponente)”. Nada tan simple. Nada tan complejo.

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