Por Jorge Búsico
Para LA NACION
http://www.canchallena.com/1170179-fomentar-el-espiritu
No haremos aquí un tratado sobre lo que significa el espíritu del rugby. Sí diremos que, por suerte, sigue vivo, aunque a veces "nada es perfecto" se lo confunda y malinterprete. Tomás Saracini es el capitán de la Menores de 16 años de Banco Nación. Juega de back (apertura o centro) y llegó de chiquito al club que tiene como ícono a Hugo Porta. En ocasión de un partido frente a Newman, tomó una decisión saludable en estos tiempos de valores tan trastocados. En medio de un partido muy parejo y luchado, un compañero suyo incurrió en una deslealtad (golpe desde atrás a un rival) que el árbitro no advirtió, pero sí el juez de touch de Newman. Entonces, el árbitro se le acercó a Saracini y le dijo que no lo podía expulsar porque no lo había visto, pero que consultara con su entrenador (Pablo Forbes) para reemplazar al agresor.
"No lo puedo expulsar, así que sacalo y hacé entrar a otro", le recomendó el árbitro. El capitán de Banco se mantuvo firme. Ni siquiera lo consultó con su entrenador. El sí había observado la acción, así que se negó a realizar un cambio, le pidió a su compañero que se fuera de la cancha y decidió que su equipo continuara jugando con 14.
La crónica seca indica que, finalmente, Newman ganó el partido que, obviamente, se le simplificó por contar con un jugador más. Saracini fue reconocido por rivales y compañeros en el tercer tiempo por haber mantenido los principios del respeto en este juego. La gente de Newman elaboró un comunicado interno destacando la acción, y la misma fue difundida –también como un ejemplo por seguir– en la página web del SIC.
Esto último fue lo que hizo llegar la noticia a la URBA, que aferrándose estrictamente al reglamento, y no al espíritu, los citó "de oficio" a Saracini y a Forbes para que declaren en la Comisión de Disciplina, pues no había informe del árbitro. La cuestión era que el chico de Banco debió ser expulsado. ¿La conclusión? Saracini se quedó un fin de semana sin poder jugar. Del reconocimiento al castigo.
Alguna vez, Gonzalo Tiesi tomó una medida parecida como capitán de una división juvenil del SIC. Se sabe: el back hoy es un rugbier consagrado en los Pumas y en la Liga profesional de Inglaterra. Y hay muchos más casos similares que no vienen a cuento comentarlos, al menos en esta nota.
Saracini tiene los mismos sueños legítimos de todos los chicos que juegan a este deporte en la Argentina: llegar a la primera de su club, ser un Puma o PladAR, ponerse la celeste y blanca, emigrar a Europa o salir en la tele y en los diarios. Quizá nunca ocurra algo de ello. Pero esa es sólo una circunstancia. Como solía decir el gran Carlos Veco Villegas, "el rugby es una actividad que va más allá que la de jugar en sí".
El ejemplo de Tomás es bienvenido en un momento en el cual el rugby argentino se debate alrededor de temas que hacen a la gran escena y que, a veces, no permiten atender como se debe a lo más importante. Un momento en el cual es más necesario que nunca saber de dónde venimos y dónde estamos.
Un ejemplo también para aquellos entrenadores de infantiles –escasísimos, pero los hay– que creen que lo más importante es ganar, y que ponen en sus equipos a jugadores que se pasan de la edad correspondiente.
Saracini, un chico de 16 años que mezcla el colegio con el rugby, hizo lo que aprendió en este juego. Respetó a todos para respetarse a sí mismo. Entendió aquello del medio y no un fin. Y eso es lo que cuenta cuando se habla del espíritu del rugby. Por eso conviene fomentarlo en vez de asumir algunas posturas y discursos que no hacen otra cosa que confundirlos.
http://www.canchallena.com/1170179-fomentar-el-espiritu
No haremos aquí un tratado sobre lo que significa el espíritu del rugby. Sí diremos que, por suerte, sigue vivo, aunque a veces "nada es perfecto" se lo confunda y malinterprete. Tomás Saracini es el capitán de la Menores de 16 años de Banco Nación. Juega de back (apertura o centro) y llegó de chiquito al club que tiene como ícono a Hugo Porta. En ocasión de un partido frente a Newman, tomó una decisión saludable en estos tiempos de valores tan trastocados. En medio de un partido muy parejo y luchado, un compañero suyo incurrió en una deslealtad (golpe desde atrás a un rival) que el árbitro no advirtió, pero sí el juez de touch de Newman. Entonces, el árbitro se le acercó a Saracini y le dijo que no lo podía expulsar porque no lo había visto, pero que consultara con su entrenador (Pablo Forbes) para reemplazar al agresor.
"No lo puedo expulsar, así que sacalo y hacé entrar a otro", le recomendó el árbitro. El capitán de Banco se mantuvo firme. Ni siquiera lo consultó con su entrenador. El sí había observado la acción, así que se negó a realizar un cambio, le pidió a su compañero que se fuera de la cancha y decidió que su equipo continuara jugando con 14.
La crónica seca indica que, finalmente, Newman ganó el partido que, obviamente, se le simplificó por contar con un jugador más. Saracini fue reconocido por rivales y compañeros en el tercer tiempo por haber mantenido los principios del respeto en este juego. La gente de Newman elaboró un comunicado interno destacando la acción, y la misma fue difundida –también como un ejemplo por seguir– en la página web del SIC.
Esto último fue lo que hizo llegar la noticia a la URBA, que aferrándose estrictamente al reglamento, y no al espíritu, los citó "de oficio" a Saracini y a Forbes para que declaren en la Comisión de Disciplina, pues no había informe del árbitro. La cuestión era que el chico de Banco debió ser expulsado. ¿La conclusión? Saracini se quedó un fin de semana sin poder jugar. Del reconocimiento al castigo.
Alguna vez, Gonzalo Tiesi tomó una medida parecida como capitán de una división juvenil del SIC. Se sabe: el back hoy es un rugbier consagrado en los Pumas y en la Liga profesional de Inglaterra. Y hay muchos más casos similares que no vienen a cuento comentarlos, al menos en esta nota.
Saracini tiene los mismos sueños legítimos de todos los chicos que juegan a este deporte en la Argentina: llegar a la primera de su club, ser un Puma o PladAR, ponerse la celeste y blanca, emigrar a Europa o salir en la tele y en los diarios. Quizá nunca ocurra algo de ello. Pero esa es sólo una circunstancia. Como solía decir el gran Carlos Veco Villegas, "el rugby es una actividad que va más allá que la de jugar en sí".
El ejemplo de Tomás es bienvenido en un momento en el cual el rugby argentino se debate alrededor de temas que hacen a la gran escena y que, a veces, no permiten atender como se debe a lo más importante. Un momento en el cual es más necesario que nunca saber de dónde venimos y dónde estamos.
Un ejemplo también para aquellos entrenadores de infantiles –escasísimos, pero los hay– que creen que lo más importante es ganar, y que ponen en sus equipos a jugadores que se pasan de la edad correspondiente.
Saracini, un chico de 16 años que mezcla el colegio con el rugby, hizo lo que aprendió en este juego. Respetó a todos para respetarse a sí mismo. Entendió aquello del medio y no un fin. Y eso es lo que cuenta cuando se habla del espíritu del rugby. Por eso conviene fomentarlo en vez de asumir algunas posturas y discursos que no hacen otra cosa que confundirlos.